Despertó
tras 100 años durmiendo, su primer impulso fue dirigirse hacia el televisor y
encenderlo para ver como seguía todo. Descubrió que nos matábamos en nombre de
uno u otro dios, que nos peleábamos por banderas o himnos desconocidos, que la
vida humana no tenía más importancia que un insignificante trozo de papel al
que llamaban dinero, que el poder era el máximo valor y satisfacción a la que se
aspiraba, que la miseria más grande no estaba fuera, sino dentro de las
personas, que vivíamos dominados por pequeños dispositivos que requerían todo
nuestro tiempo, que era más importante figurar y mentir para quedar bien, que
la propia verdad....
Era la
tan temida invasión alienígena, pensó, tenía que ser eso, aunque él hubiese
creído que vendrían en sofisticadas naves espaciales con avanzadas armas de
destrucción masiva, que realizarían abducciones humanas y se mezclarían entre
nosotros para dominarnos y tener el poder y control total sobre la tierra, pero
una vez más, la humanidad había subestimado el poder extraterrestre, nunca
hubiese imaginado que adoptasen formas humanas, y que su mayor arma fuese la de
inyectarnos odio y envidia entre nosotros, que inteligentes...
¡Basta
ya! se dijo, no podía soportar seguir viendo en que nos habíamos convertido, y
entonces tuvo claro qué tenía que hacer: se dirigió de nuevo a la cama para
volver a dormir y despertar de esa pesadilla.
Breve y contundente. Especialmente cuando te s cuenta de que se habia dormido en 1918!
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